jueves, 30 de enero de 2014

Oraciones impersonales

Era un viernes por la tarde, después de las clases y los deberes. Llovía un poco. Algunos llevaban paraguas, otros no. Hacía ya dos meses que no se veían. Eran mejores amigas desde hace dos años. Se podían oír los pasos mientras corrían, pues ya se veían a lo lejos. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca como para verse las caras, Sandra notó a Paula un poco rara, le había cambiado la cara. Paula tampoco se esperaba a Sandra distinta, se había rizado el pelo y se pintaba. Las chicas se dieron un gran abrazo, pero empezó a llover muy fuerte, y las dos corrieron a refugiarse, pero no había lugar donde meterse, y se empaparon. Por fin vieron un techo y allí debajo se metieron, con la pintura corrida, el pelo alborotado y la ropa chorreando. Pasó por allí Pablo. Sandra y Paula se empezaron a reír. Pablo las miró, y el amigo con el que iba también. Siguieron su camino y cuando llovió menos, Sandra y Paula siguieron paseando hasta que se chocaron con Ricardo, y ellas rieron, burlándose de la casualidad. Tanto Pablo como Ricardo tenían una larga historia detrás. La tarde la pasaron juntas, la noche también, con solo quince años se sentían felices. Lo pasaban muy bien juntas siempre. Eran las cuatro de la mañana, iban a ir a otra fiesta, y pasaron por el paso de peatones en el que se vieron por primera vez. Iban cruzando, todo estaba en silencio, muy tranquilo. Empezó a escucharse música, cada vez más alta. Apenas un minuto después, Paula estaba en el suelo atropellada y Sandra llorando. Ricardo se había emborrachado y no las había visto. Sandra se libró por metros. En aquella avenida que se vieron por primera vez, se vieron por última también. Ahora, si que llovía, mucho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario